domingo, 31 de mayo de 2009

Morir soñando.

Amanece otra vez desconcertado, triste, solo. A su cabeza van y siguen yendo imágenes de la enigmática mujer cuya belleza es, sin duda, la peor de las torturas. Cada noche emerge de su inconsciente y le brinda la más cálida de las sonrisas acompañada de una mirada de complicidad e inocencia, le susurra palabras insonoras y eminentemente después, sin saber como, sus manos están agarrando su cintura sin poder dejar de observar quellos ojos color cielo, mientras siente como van buceando hasta lo más profundo de su ser.

Una acaricia no es suficiente para descifrar el secreto del efecto mágico que, bailando al compás del mar, provoca su dorado pelo. Hipnotizándole, y haciendo imposible cualquiera resquicio de verdad.
Sus desnudos hombros se asoman sin aparente intención, como espías, observando, intensificando el hechizo de su piel. "No es real", quiere pensar y creer, aunque no lo consigue.

Y a cámara lenta, pudiendo disfrutar cada efímero instante, sus manos entrelazadas atraen su cuerpo y perdiendo todo control de si mismo, se va acercando al abismo de su boca, al roce de su cuello, al vacío más temeroso jamás imaginado.


Día tras día, lo primero que recuerda es la sonrisa de aquella diosa. Diosa a la cual maldice hasta la saciedad, pues cada noche con cada beso parte su alma en trozos y se hace dueña de ellos. Robándole la vida, hundiéndole en la soledad.

1 comentario:

Marta dijo...

Impresionante, de verdad, me ha gustado mucho.
No se puede vivir sólo por y para sueños.
Deberían darnos razón de ser, no torturarnos.


¡Sigue creando!