jueves, 22 de marzo de 2018

La felicidad pende de una cuerda abrazada al techo, suave y firme como las manos de un ángel. Y no pretendo engañar a nadie, tan solo aspiro a no sentirme tan vacío, con eso ya me vale.
Caído del templo de las promesas donde las palabras no se las lleva el viento, te las funden en el pecho, con una sonrisa, regando la semilla de la esperanza, creciendo un matojo de sueños rotos.
Intentando comprender por qué proyectaron una imagen tan ostentosa, cuando ya sabían como desdibujarla; más bien mutilarla, despacio, a la vista de todos, egoístas a tiempo completo.

Y mientras tanto los días pasan, se suman, y el sino falta; la sonrisa es una farsa, Síndrome de Cotard.

No hay comentarios: