martes, 19 de abril de 2011

Sentados frente al fuego, hipnotizados. El deseo de rozarse se esconde bajo la manta, donde sus manos, entrelazadas, se aprietan con fuerza. Las llamas relatan historias sobre enamorados del pasado, sensaciones inexplicables, corazones puros que con el romanticismo por bandera, se enfrentaron al mundo, derrotando dragones, brujas y al miedo de sus corazones. La ventana al fondo, muestra la nieve caer, en verdad, son ángeles que abandonan el cielo para ser testigos del renacer de Eros. Desde aquí no se puede apreciar el aroma, pero se puede imaginar, huele a pasión. Observa las mejillas sonrosadas, están nerviosos, felices. Se están mirando fijamente, no con los ojos, sino con el alma.
Sólo es un cuadro, eso dicen, pero yo puedo imaginar su historia, construida por sueños que mantienen viva la esperanza de lo eterno, de las infantiles sonrisas previas acompañadas de palabras tontas, seguramente debidas a la inquietud del momento. No sólo es un cuadro. Es la imagen que resucita un sentimiento milenario, la escena que representa la desnudez del ánima, la fuerza interior que vence incluso a dioses. No mencionaré su nombre, no sin estar seguro, pues no seré quién siga provocando sus lágrimas. Por ahora, seguiré escribiendo sobre él, hasta encontrar su personificación.

No hay comentarios: