domingo, 12 de junio de 2011

Sólo quiero ruido. Ruido que me ensordezca y no me permita escuchar mi alrededor. Envolverme en un aura ataráxica que apacigüe mi alma, la ahogue en la insensibilidad eterna. La autoculpabilidad injustificada desintegra la razón, y es entonces cuando la locura y el odio se hacen con el control. Odio que duele, que perfora la felicidad, que disuelve el pasado haciendo de éste algo onírico. No hay paz, y no la quiero, pues de ser así, me tendría que avergonzar de mí mismo,debería castigarme para el resto de mis días. Cómo persistir así, siendo causa y efecto de una situación que sangra por doquier. Una melodía condicionada, una sensación turbulenta, atronadores signos de una nueva herida, de un nuevo descosido que infecta al corazón. Los sueños y pesadillas se confuden día y noche, gritar, reír, llorar, correr, nada tiene sentido, pero, el incosnciente hace su trabajo, coopera con la memoria para salvaguardar un poco de existencia. Claustrofobia mental.

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