La sin nombre.

Jamás atisbé la posibilidad de apreciar un aroma tan dulce, jamás. Sus ojos, rutilantes como estrellas, instrumentos hipnotizadores capaces de sumergirme en un mundo de deseos, de condenarme a la más gustosa de las perdiciones. Delicados labios color escarlata, capaces de atraerme con un sólo suspiro. Su garganta, más peligrosa que cualquier cascada inimaginable, invitándome a descender en picado, lentamente. Sus cabellos, bailando al son del viento, desprendiendo sus tentáculos, inmovilizando mi cuerpo. Su bella silueta, incomparable con cualquier maravilla del mundo, hace estremecer a todo aquél ser que la observa, provoca la credulidad de la perfección y pone en duda toda ley moral, física y natural.


Mi agonía se produce al no saber si es real, o si sólo la vi en un sueño, un maravilloso sueño.