jueves, 10 de febrero de 2011

Esferas.

Jamás antes vio un azul turquesa tan perfecto como los de aquellas perlas. Ojos, dicen algunos que se llaman. Para él, simple excelencia. Dos estrellas, que sin saber cómo o de dónde pueden venir, ciegan a la vez que permiten apreciar la simetría exacta de la belleza. Eso es, belleza. Miles de mitos escritos intentando expresar el significado de tal palabra. Se ríe de todos. Años de fingir saber lo que es, eruditos de la magnificencia se hacen llamar. Románticos. Se ríe. No hay palabras, versos o melodías artificiales que puedan siquiera acercarse al sentido de su belleza. La belleza. No hay nada creado por el hombre o la mujer, que puedan definir la sensación de poder apreciar su silueta bajo el sol. Aquellos ojos. Malditos ojos. Armas del diablo deben de ser. Si no...¿Por qué atraen con tal fuerza, que ni los héroes ni los más sabios, pueden resistir? Bendita maldición. Que le maldiga, dice, cientos de millones de veces. Que no pueda ver nada más. Sólo sus ojos. Sólo su belleza.

El mar no es tan inmenso, no al lado de sus ojos. Olas de luz que rompen contra la esfera marcando así, una circunferencia negra. Un anillo perfecto. ¿El diamante? su ser.

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