sábado, 26 de febrero de 2011

Sueña y sigue.

Y de repente silencio. Ha aparecido de la nada, como siempre. El corazón empieza a bombear a toda máquina. Se sonroja al verla, aunque no se da cuenta. Nunca lo hace. Vuelve a sentir el miedo apoderándose de la situación. "¡Que estupidez!", se reclama. Se cierra las puertas antes incluso de intentar conversar. Es más fácil, mucho más cómodo. Se ríe por no llorar, aunque en silencio se golpea hasta que no puede respirar más. Cada noche la misma historia, mismo principio, mismo final. Sabe que el tren se pasará de largo, pero a pesar de ello, decide no intentar pararlo. Vergüenza, malditas cadenas de la vergüenza. Sólo es libre en sueños, sueños que escenifican paseos eternos, conversaciones eternas, miradas infinitas. Que patético es vivir de ilusiones creadas de sueños.

Lo sabe. Simplemente patético.

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