domingo, 20 de febrero de 2011

Gritar.

Gritar. Gritar hasta que sangren los pulmones. Hasta que el fuego se convierta en ceniza. Hasta que el corazón deje de latir. Chillar hasta poder comunicar lo que de otra forma sería imposible. Hasta que los oídos de la gente sean autopistas para las palabras directas al cerebro, al entendimiento. Vociferar hasta poder sentir la paz. Hasta que los sentimientos que desgarran el alma sean extirpados.

Las cuerdas vocales empiezan a fallar, sí, pero el objetivo mantiente el incesante sonido ambiente. Es necesario, pues nadie se percata del significado del lenguaje no verbal, irónico, ¿verdad?. Ya no queda lugar para las sutilezas. Ahora es tiempo de Gritar.

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